
ROSARIO Y LA ALTURA: UNA CIUDAD BUSCANDO ASCENDER.
Fabrizio Fiatti, presidente de la Comisión de Planeamiento
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Rosario es uno de los cinco aglomerados del país que más incrementó su superficie urbana en el último año. En ese camino de crecimiento, la ciudad está atravesando una nueva etapa en su proceso de evolución urbana. A las diversas transformaciones que marcaron su perfil a lo largo del siglo XX, hoy se suma una discusión estratégica: ¿qué lugar le damos a la altura en la construcción de nuestra ciudad? El proyecto de torres Pininfarina en la esquina de Rivadavia y Santiago, con una altura proyectada de 120 metros, nos brinda la oportunidad de debatir no sólo un desarrollo puntual, sino qué modelo de ciudad queremos para el futuro.
La altura como decisión urbana
La construcción en altura es una decisión urbanística, es definir de qué manera queremos que la ciudad crezca, va mucho más allá de lo técnico o estético. Implica optar por un modelo de ciudad más eficiente, sustentable, equitativo y moderno.
Rosario, al igual que muchas ciudades del mundo, enfrenta el desafío de seguir creciendo sin expandirse indefinidamente. La respuesta a ese desafío está en la densificación planificada.
La altura permite concentrar población en zonas ya servidas por infraestructura, transporte y equipamiento urbano. Significa aprovechar mejor el suelo, reducir la necesidad de nuevas urbanizaciones en la periferia, y hacer más eficientes los recursos públicos. Como afirma el economista urbano Diego Puga, “la densificación mejora la productividad, reduce los costos sociales y ambientales, y genera beneficios en términos de innovación y sostenibilidad”.
Rosario, una ciudad que ya creció en altura
La historia de Rosario demuestra que la altura no es una excepción, sino una continuidad. Desde inicios del siglo XX, la ciudad asumió la altura como su emblema de crecimiento y al mismo tiempo el centro se consolidó como el núcleo de edificios en altura, con hitos como La bola de Nieve, El palacio Minetti, La Comercial de Rosario, Industria y Comercio, El Mentor, El Farallón, El Daumas, El Rochdale, El Banco Isrraelita, La Bolsa de Comercio, entre otros.
En las últimas décadas, este fenómeno se extendió geográficamente. Se consolidó el frente ribereño sobre avenida de la Libertad, avenida Belgrano, calle Wheelwright y calle Rivadavia. Puerto Norte es el caso paradigmático: donde antes había galpones portuarios y suelos ferroviarios ociosos, hoy se alza un nuevo frente urbano con torres como Maui, Dolfines Guaraní y Ciudad Ribera. Todas superan los 100 metros. La torre Aqualina en San Luis y Alem, con 128 metros, se convirtió en el ícono de este nuevo skyline, marcando un antes y un después en la morfología edilicia de la ciudad.
¿Por qué se permitió esa altura? Porque se entendió que allí había una oportunidad de transformación, de recuperar el río como escenario central, dándole continuidad a una lógica de desarrollo urbano que la ciudad viene sosteniendo por décadas: Recuperar el río para los Rosarinos a partir de la sinergia público-privada. En decir, tanto en la obra pública con el sistema de parques rivereños, como en la obra privada acompañando con edificios de calidad y altura y de generar nueva centralidad urbana. La propuesta de las torres Pininfarina es un nuevo emprendimiento que busca seguir esa lógica.
Un proyecto que no irrumpe: se inserta
Ubicado en la esquina de Rivadavia y Santiago, el predio del proyecto Pininfarina se encuentra en una zona de transición clave: entre el centro tradicional, la dinámica barrial de Pichincha y la centralidad emergente de Puerto Norte. Se trata de una “segunda línea” natural del borde costero del que hablábamos.
No estamos ante un barrio de casas bajas homogéneas, sino ante un sector con antecedentes de altura, usos mixtos y fuerte accesibilidad. El proyecto propone liberar la planta baja, abrir espacios al entorno, sumar verde y comercio de cercanía, y al mismo tiempo, incorporar diseño de vanguardia con la firma de uno de los estudios más reconocidos del mundo. Rosario merece una arquitectura de calidad.
De la morfología al modelo de ciudad
Lo que se discute no es sólo una torre de 120 metros. Lo que está en juego es una idea de ciudad. ¿Vamos a consolidar centralidades, apostar por la densidad eficiente, recuperar el río como escenario de vida urbana? ¿O vamos a renunciar a planificar y dejar que la ciudad se expanda sin límites, con barrios alejados, costosos y desconectados?
La experiencia internacional demuestra que las ciudades que lograron calidad urbana no lo hicieron temiendo a la altura, sino gestionándola con criterios. En Sídney, el barrio Central Park transformó un viejo terreno industrial en un ícono de densidad sustentable con jardines verticales. En Viena, Donau City reconvirtió una zona relegada en un distrito moderno con torres integradas. En Milán, el Bosco Verticale demostró que la altura puede convivir con el verde y la vida comunitaria. Y así, podemos mencionar muchos otros casos.
Y es muy importante decir que las ciudades americanas en general y Rosario en Particular crecen por un doble proceso de expansión hacia la periferia y por sustitución buscando la altura.
Una altura con fundamento
¿Por qué 120 metros? Porque es una escala ya consolidada en Rosario: Aqualina mide 128, las Maui 136. Porque está justificada por el contexto urbano, la ubicación estratégica y la oportunidad de consolidar un frente urbano que una visual y funcionalmente Pichincha, el centro y Puerto Norte. Porque permite liberar suelo, ganar espacio público y ofrecer un nuevo estándar arquitectónico. Y porque, además, se propone con reglas claras, estudio de impacto y contraprestaciones urbanas.
Planificar el futuro con audacia y responsabilidad
Como presidente de la Comisión de Planeamiento, estoy convencido de que nuestra tarea no es congelar la ciudad, sino guiar su evolución. No se trata de permitir altura en cualquier parte, sino de hacerlo donde tenga sentido, con reglas, con proyectos de calidad, y con una mirada metropolitana.
Rosario no necesita más fragmentación. Necesita cohesión, integración y planificación. Este proyecto es una oportunidad para avanzar en esa dirección. Por eso lo defendemos. Porque no es solo una obra: es una decisión sobre qué ciudad queremos construir.


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